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miércoles, 15 de junio de 2016

Hitler "My Brand"

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Sorprendentemente desde su publicación el pasado enero, la nueva edición crítica del libro autobiográfico de Adolf Hitler “Mein Kampf” vuelve a ser un éxito de ventas en Alemania.
Durante 70 años los derechos de autor de la novela han pertenecido al estado de Baviera, el cual ha prohibido celosamente la reimpresión de esta biblia del nazismo que se regalaba en las bodas y se leía en las escuelas. Pero ésta, no dejaba de ser una prohibición anecdótica ya que durante todo este tiempo el libro podía ser descargado fácilmente desde Internet. Incluso ediciones antiguas de “Mein Kampf”, han estado vendiéndose legalmente en librerías de investigación y anticuarios; sólo su reimpresión estaba prohibida.
Comprar o descargar este libro es un acto simbólico que va más allá de cualquier tipo de implicación intelectual, que si no se lee con la suficiente formación intelectual y sentido común se corre el riesgo de dar cobijo a dos de las grandes amenazas de la sociedad actual: la estupidez y la ignorancia ¿Prohibir por ello nuevamente su publicación? Sinceramente, veo más valioso y útil conocer de primera mano el testimonio del mal que cerrar los ojos ante su presencia. Pero ese es otro debate.
A grandes rasgos, lo que nos ofrece “Mein Kampf” está muy lejos de lo que se puede esperar de un relato de estas tipo, que generalmente busca proyectar una imagen idealizada, carismática y atractiva, que sirva de apoyo al nacimiento de un salvador nacional como Hitler pretendía ser. Eso simplemente aquí no sucede. Hitler se presenta a sí mismo como un perdedor amargado, envidioso y traumatizado, con un fuerte resentimiento y autocompasión siempre presentes, que roza lo tragicómico en el relato de su estancia casi vagabundesca en Viena.


Ni la ideología del Nacional Socialismo era original, ni resultó ser el fruto de una culminación intelectual basada en sus tradiciones, simplemente fue un batiburrillo de diferentes pensamientos surgidos con anterioridad en Rusia, Francia, Italia y Turquía. Por ejemplo: las doctrinas raciales las cogieron prestadas del diplomático y filósofo francés Arthur de Gobineau, el antisemitismo de escritores rusos y franceses y del anti-bolcheviquismo importando del Movimiento Blanco de la Guerra Civil Rusa, el culto a la violencia y su odio a toda fuerza democrática de los fascistas de la Italia de Mussolini, y la idea del despertar del orgullo nacional de Kemal Atatürk y su revolución turca.
Pero después de tantos años, películas, artículos, libros y documentales que han descrito el horror de esa época en sus más diversas y aberrantes expresiones, el nazismo sigue teniendo una fuerte presencia en nuestra sociedad, mutando y adaptándose a los nuevos tiempos, pero guardando en lo más profundo de su ser su más preciada y valiosa esencia: el racismo en su forma más extrema. Así que parece lógico preguntarse: ¿Qué es lo que hace al movimiento nazi tan atractivo e interesante para que aún hoy,más de 70 años después del final de la guerra siga llamando nuestra atención?


Si hay algo que los nazis supieron hacer bien y que entendieron a la perfección desde el primer momento, fue comprender el inmenso poder de la propaganda y de la simbología:
"La propaganda intenta forzar una doctrina sobre la gente… La propaganda opera sobre el público general desde el punto de vista de una idea y los prepara para la victoria de esta idea." Adolf Hitler escribió estas palabras en su libro "Mein Kampf" en 1926, en la es su primera defensa del uso de la propaganda como herramienta de difusión del Nacional Socialismo. Poco después de su ascenso al poder absoluto en 1933, crea el Ministerio de Instrucción y Propaganda dirigido por Joseph Goebbels. Ministerio encargado de que el mensaje nazi fuera comunicado satisfactoriamente a través de arte, música, teatro, películas, libros, radio, material escolar y prensa.
Si somos capaces de realizar un ejercicio de abstracción que nos aleje tanto del contexto como de su enorme carga simbólica, parece difícil negar que hay cierto atractivo en el material surgido durante esta época. Desde el punto de vista del diseño es innegable la calidad, la consistencia de su marca y lo bien que fue creada. Se cuidó hasta el más mínimo detalles mediante la publicación de guías que aseguraban que estos símbolos eran mostrados de una manera consistente y acorde con su bien concebido branding.



Como las personas, las marcas tienen dos caras: la racional y la irracional. Seguramente una buena combinación de ambas sea la responsables de la atracción que aún hoy siguen ejerciendo las imágenes asociadas a este tipo de regímenes totalitarios en el espectador, lo que hace que a pesar de sus claras implicaciones negativas, sean usadas una y otra vez como un potente instrumento publicitario.
En noviembre del pasado año los usuarios del metro de Nueva York no salían de su asombro cuando Amazon, en un intento de incrementar la visibilidad y crear un enorme impacto mediático alrededor de su serie "The Man in the High Castle", empapeló tanto el metro de Nueva York como la mítica plaza de Times Square con publicidad de clara reminiscencias nazis.
Tampoco es un secreto que los malos de Star Wars siempre se han visto influenciados por lo villanos de la vida real. En ninguna parte es esto tan evidente como en el uso persistente de similitudes históricas e imágenes nazis dentro de la saga. Por ejemplo: En las precuelas, el ascenso al poder de Palpatine es un calco de la de Adolf Hitler en la Alemania de los años 20; la trilogía original sitúa al Imperio Galáctico como una fuerza represiva y dominante que amenaza la galaxia; y en la última entrega, "The Force Awakens", el Nuevo Orden continúa bajo la influencia de la ideología totalitaria nazi de destruir el imperio.


El branding es fundamental, básico, esencial ya que con él no solamente estamos construyendo una buena marca, también estamos dotando de un valor increíble a nuestra compañía.
Puede que nuestro producto no sea el mejor del mercado, pero si conseguimos situarlo en la mente del consumidor como el mejor, si conseguimos despertar esa percepción, entonces la victoria será nuestra. Y una vez que esa situación se produce es muy difícil de cambiar - aunque esa percepción pueda conducir hacia al más absoluto de los desastres como le pasó a la Alemania del Führer-
En un entorno como el actual dominado por la cultura del low-cost en la que el precio parece ser el factor más determinante a la hora de decantar una compra, las marcas siguen manteniéndose firmes gracias a la seguridad y a la confianza que despiertan en el consumidor y a la efectividad de su marketing.
Sin una buena estrategia de branding no hay diferenciación y sin diferenciación, la rentabilidad a largo plazo no existe, es imposible.
En la actualidad el branding es más importante que nunca. Es la única forma que nos permite diferenciarnos, ofreciendo algo diferente y distinto.
Podemos ser auténticos genios y desarrollar estrategias completamente nuevas y rompedoras -pero genios por desgracia ha habido muy pocos a lo largo de la historia-, o podemos fijarnos y tomar nota de cosas que se hicieron en un determinado momento, y que se hicieron realmente bien. Como por ejemplo, construyendo una estrategia para nuestra marca como si de un movimiento cultural se tratase. Con un uso de la palabra simple, directo, fácil de entender y agradable. Y lo más importante, creando una acción subconsciente. Si nuestros clientes ven y escuchan nuestras acciones de marketing, pero esas acciones no cambian algo, o no desencadenan una respuesta adecuada, nuestros esfuerzos habrán sido en vano. Nuestras acciones sólo serán efectivas cuando despierten acciones en el subconsciente de nuestra audiencia, ahí es cuando las transformaciones ocurren.
¡Buena suerte!