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En el principio fue el control. Y la mayor parte de la historia de la comunicación corporativa se escribió bajo ese paradigma.
En el principio fue el control. Y la mayor parte de la historia de la comunicación corporativa se escribió bajo ese paradigma.
En efecto: las empresas utilizaban un modelo tradicional de comunicación unidireccional basado en la jerarquía, donde se comunicaban con su público utilizando para ello a los medios masivos de comunicación. Y el proceso era en
esencia, bastante sencillo. El área de Comunicaciones Corporativas definía un
mensaje por comunicar que según las necesidades de la compañía se transmitía mediante tres modalidades, generalmente: prensa, publicidad y relaciones públicas. Y en un repertorio predeterminado de soportes.
Todo era, si no controlado, si bastante controlable, al menos bajo ciertas condiciones y con
ciertos límites. Pero la
irrupción y masificación de las redes sociales rompiendo las barreras de espacio y tiempo, permitiéndonos interactuar 24/7 con más gente que nunca, hizo estallar ese “paradigma del
control”. E impuso uno nuevo. Provocando un auténtico tsunami.
A día de hoy, la comunicación empresarial no
puede plantearse sin tener en cuenta las plataformas y las redes sociales. Dar
la espalda a esta realidad supone desaprovechar una herramienta de gran
repercusión y bajo coste que nos permite tener acceso a entornos influyentes de
comunicación, donde ya interactúan millones de personas y organizaciones. Además de renunciar a una forma de ampliar la red de contactos, dar a conocer productos o servicios e
incluso conseguir nuevos clientes de una forma fácil.
Las Redes
Sociales se han convertido en un fenómeno cultural y sociológico, donde las organizaciones
tienen ante sí un gran reto: gestionar la comunicación corporativa de una forma
diferente en el nuevo contexto mediático viral, por lo que se impone la
existencia y utilización de nuevos paradigmas (casi nada).
Pero entrar en las redes sociales no es sólo crear un
perfil. Este medio tiene sus propias “reglas de juego” y, al igual que la
comunicación tradicional, exige tiempo y dedicación. No se trata de “estar por
estar”, si queremos que nuestra presencia tenga una
repercusión real en los resultados de nuestra empresa, debemos de contar con una
estrategia bien definida y con los recursos necesarios que nos permitan llevarla a
cabo.
Como en cualquier estrategia de comunicación, el punto de
partida debe ser el análisis del entorno y la
definición de los objetivos. Una vez hecho esto, e igual de importante, es definir qué queremos
conseguir en las redes sociales, cuál es nuestro público objetivo y donde está.
Para una vez definida la presencia ponernos a participar.
Por último, una buena estrategia no puede
olvidarse de la monotorización, análisis y evaluación. Es importante saber qué
se dice de nuestra empresa o de nuestros principales competidores, analizar las respuestas, sacar conclusiones y evaluar si nuestra estrategia está
dando los resultado esperados o por el contrario es necesario modificarla.
En conclusión, la expansión de la llamada Web 2.0 ha
convertido a los medios y redes sociales en entornos influyentes de
comunicación, donde ya interactúan millones de personas y organizaciones, por
lo que las empresas no deben dudar en lanzarse a los medios sociales, pero como
en cualquier otra acción de comunicación o marketing tienen que hacerlo de una
manera meditada y bien definida, dedicando tiempo y recursos. Y lo más importante de todo, de una forma natural, humana y cercana. La red se creó por y para las personas. Las empresas son entes extraños en este entorno.